martes, 2 de enero de 2007

Una Noche de Año Nuevo

La mesa lucía como antaño: repleta de familia, con niños revoloteando alrededor, los hombres al lado de la parrilla preparando el mejor asado de año, las mujeres en la cocina ordenando la loza y aliñando las ensaladas que acompañarían el festín. Mi sobrina de seis meses emulando a mi primo cuando él tenía su edad, y ahora él nos emulaba a mis hermanos y a mi (cuando digo hermanos te incluyo a ti también mi negrita, tú sabes que eres una de ellos) rondando el asado que, sagradamente cada año preparaba mi tata junto a quien lo quisiese acompañar. Las típicas lentejas, que supersticiosamente ingeríamos para llamar el dinero a nuestras vidas, como si fuese la única forma de tener tranquilidad. Mi papá, animando la fiesta, como siempre es su afán. Afortunadamente lo logra, tiene un don especial para eso. Mi mamá, dedicada a que todo saliera a la perfección, casi obsesivamente, como siempre.

Sin embargo, algo faltaba en la fiesta, algo nos hacía que viniera a nuestros recuerdos el porqué esta celebración era tan especial. Algo nos faltaba, ese algo que nos unía en años anteriores, ese algo que al recordar todos esos rituales que hace más de medio decenio dejábamos de realizar, nos hizo pensar melancólicamente (y me incluyo, por algo escribo esto a las 1:20 de la madrugada el 1º de enero del 2007) en esos años en que por lo menos ese día, la familia se unía, tal como hoy. Con pequeños detalles nos dimos cuenta de que un ciclo se cerraba y empezaba otro nuevo.

De partida, mi abuelo ya no preparaba el asado, una mirada triste lo apagaba, una mirada ida, que sin embargo no lo aislaba del entorno en el que se encontraba, comentando e intentando reír junto a los demás. Ahora era mi padre quien asumía el rol principal, rol que antes sólo asumía como alguien jocoso y de felicidad. En la cocina, sólo estaba mi madre y mi tía, faltaba esa maestra que, con largos años de circo, sabía cual era el punto exacto de los condimentos de la cena que íbamos a disfrutar, aunque mi madre no lo hizo para nada mal. Sin embargo, más que alguien que preparaba cenas esplendorosas, quien estaba ausente esa noche no era más ni menos que la matriarca de mi familia. Esa mujer que a sudor y sangre logró sacar adelante a una familia con más de 5 hijos (la cifra exacta no la recuerdo ahora, los efectos del champagne me tienen un poco olvidadizo y mi vocabulario comienza a escasear) y que cada vez que cumplía años producía esa mística que hacía que hermanos con caracteres tan dispares entre sí se reunieran y compartieran como cuando eran niños y juntos salían a jugar en su Pucón o Nueva Imperial natal.

Hace muchos años que para una fiesta así no se reunía tanta gente, quizá su partida generó el afecto fraterno que en vida luchó tanto y no pudo lograr restaurar. Afortunadamente este año se concretó, porque estoy seguro que ese fue uno de sus últimos deseos.

De manera fortuita, o posiblemente por derecho propio, todos me incitaron como si fuera mi deber, a hacer el brindis tradicional luego de las doce. Con una voz casi quebrada por la nostalgia y el recuerdo, saqué afuera todo lo que mi cabeza había meditado durante la cena, tratando de no herir sensibilidades, aunque en momentos como estos de una rara manera tenemos el tino necesario y decimos lo adecuado. Esto es lo que alcancé a decir antes de alejarme rápidamente del gentío y estallar en lágrimas en la soledad:

“Muchas gracias a todos por acompañarnos esta noche, la familia se ha vuelto a reunir como en años anteriores. Tuvimos que esperar la partida de mi mami para recordar que somos una familia, ojalá que en los años venideros no tenga que partir nadie más para reunirnos como antes y darnos cuenta lo que estas fiestas son, fiestas familiares”

Muchas gracias viejita linda, supiste levantar una familia, y yo, siguiendo tu ejemplo haré lo mismo cuando me toque tener la mía, ya que tu ejemplo de sacrificio y dedicación serán los pilares de la mía.

1 comentario:

Anónimo dijo...

felicitaciones me encanto tu relato , ya que tu sabes escribir de una manera muy linda y sentida. te animo a que sigas escribendo ya q lo haces muy bien, en forma entretenida y locuaz. ojala q escribas algo de cuando nos veamos jaajajjjaaj.
bueno amigo te felicito nuevamente y que tengas un año ESPECTACULAR.